Aloe vera (L.) Burm.f.
XanthorrhoeaceaeLos antiguos aborígenes de las islas Canarias ya conocían al parecer las virtudes medicinales de esta planta, lo que aboga a favor de su presencia, si no endémica al menos prontamente naturalizada en el archipiélago desde épocas prehispánicas. No obstante, dados los usos curativos de su gomorresina, el acíbar, el áloe ha sido considerada desde la más remota Antigüedad “planta milagrosa” o “planta de la inmortalidad”, y cultivado prácticamente en todas las regiones cálido-templadas del planeta, desde Egipto -en el 3000 a.C., donde ya lo usaban para curar heridas y como cosmético- y Sumeria hasta China, pasando por la India ayurvédica. Existen ciertos datos que atribuyen a los fenicios su primera propagación por el ámbito Mediterráneo desde su zona originaria en el sur de Arabia y norte y este de África.
A partir del siglo VIII, la expansión de los árabes, grandes entusiastas de la planta y sus usos, supuso la propia extensión del áloe por el noroeste de África y la Península ibérica, donde dejaron grandes plantaciones. A su vez, con la expansión atlántica española desde finales del siglo XV, el áloe se difundirá por el Nuevo Mundo de mano de los jesuitas, si bien se cuenta que ya Cristóbal Colón ayudaría a introducir la planta, al llevar consigo en su primer viaje un gran número de Aloes vera que adquirió en Canarias como cura para posibles heridas de la tripulación.