Una de las principales inspiraciones de Forestier para el diseño del parque fue el repertorio formal y vegetal de jardines andaluces, como los del Alcázar de Sevilla, los del Generalife o los de la propia Alhambra de Granada, cuyo Patio de los Leones parecen ser homenajeado en este jardín a través de las escultura de leones que hacen de surtidores.
El jardín aquí planteado por Forestier supone sin embargo todo un catálogo de elementos genéricos de los patios hispanomusulmanes, antes que la imitación de un jardín concreto. Es la presencia del agua la que motiva el diseño del conjunto, como afirma Forestier en unas anotaciones que bien valen para describir este espacio: "en los jardines de los países de sed, de estío reseco, el agua es el elemento más preciado y esencial. Para hacerla más deseable aún, se la multiplica en menudos surtidores, se la recoge en mármoles y lozas deslumbrantes para que así sean más sensibles su frescura y su limpieza". Estructuras como esta del Jardín de los Leones se encuentran adornadas además con setos de una planta muy querida por los andalusíes en sus jardines, el arrayán. El espacio resultante está así tan artísticamente concebido que podemos entenderlo como bello e intencionado contraste a la rusticidad del vecino Monte Gurugú.
Entre esta fuente de los Leones y el Monte Gurugú, se sitúa una pérgola con bancos que se conserva tal y como la diseñó Forestier a principios de siglo. Estas pérgolas se encuentran colocadas simétricamente a las situadas en el otro lado del parque, las del Estanque de los Lotos: ambas pérgolas sirven así de acentos extremos entre las cuales se suceden los diversos espacios acuáticos que recorren el Parque de María Luisa en su eje central. Esto demuestra una búsqueda de compensación de masas y volúmenes, un interés por parte de Forestier, en poner sutilmente en relación los diversos espacios que diseña en el singular parque sevillano.