Como os contamos en el post anterior, la presencia de grama cubriendo toda la superficie de la parcela de experimentación hacía inviable la siembra de semillas silvestres, así que con la ayuda del gran Manu Mc Guiver, carpintero y hortelano del huerto de Adelfas, procedimos una mañana soleada de finales de noviembre a construir los bancales y colocar la malla antihierba.
Unos días antes, los monitores de los huertos del Ponce de León habían desbrozado la parcela. Cándido Gálvez nos había dicho que al colocar la malla antihierba impediríamos que la grama penetrase en la superficie de semillado, pero Manu Mc Guiver desconfiaba del poder de contención de la malla ante la malvada grama, así que se nos cruzaron los cables y comenzamos a cavar 30 centímetros y a cribar la tierra extraída para eliminarla.
Tras 4 horas dándole a la azada y al rastrillo, sólo habíamos limpiado la mitad de la parcela, así que escuchando a nuestras espaldas, decidimos salir del bucle obsesivo en el que nos habíamos metido, dejando media parcela liberada de grama y la otra media sin cavar, solo desbrozada, confiando en que la malla antihierba ejerciese de criptonita de la insondable grama.
Tras la pausa del bocata, nos pusimos a medir, cortar y atornillar los 4 bancales en los que colocaróamos las mallas y recubriríamos con tierra fértil libre de semillas.
Ya con el sol casi escondido terminamos las labores de acondicionamiento, ¿quién dijo que transitar hacia lo silvestre sería fácil?
A la mañana siguiente convocamos a la comunidad de aprendizaje a rematar la tarea, la siembra de las 10 especies de plantas silvestres que habíamos seleccionado previamente con Cándido Gálvez.
Al menos, dejamos a la comunidad de aprendizaje el camino desbrozado para que no se enredasen tanto como lo habíamos hecho nosotros