Una vez secos los pigmentos en nuestra paleta de colores, añadimos goma arábiga a cada casilla de la paleta para obtener una acuarela con más textura.
Y empezamos a testar sobre el papel de nuestro cuaderno de bitácota la gama de marrones de los suelos del barrio.
Fue un subidón ver cómo las muestras de suelo extraídas de alcorques, junturas de baldosas, taludes, parques, del antiguo cauce del arroyo abroñigal, tras ser molidos y decantados con agua, conformaban uan paleta de tonos que escondían la historia de sus antiguos usos, antes de que la urbanización los ocultase del paisaje de la ciudad.
¿ Y qué olor atraparían? ¿Podríamos destilarlos para buscar sus aromas?
Ese sería nuestro próximo paso.